“Porque he aquí que tinieblas cubrirán la tierra y oscuridad las naciones; mas sobre ti amanecerá Jehová, y sobre ti será vista su gloria.”
Isaías 60:2
Iniciare con una pregunta: ¿cuanta hambre tenemos por Dios en éste tiempo?
Nuestra hambre por Dios está íntimamente ligada a nuestra comunión con El.
Donde hay cielos abiertos Dios habla y su espíritu desciende, el Espíritu de Dios reposa donde es amado, es esperado, anhelado y donde hay hambre por su presencia.
El Espíritu Santo se compara con una paloma porque es sutil, no es viento pero sopla como viento, no es fuego pero purifica como fuego. Hemos sido creadas para que El repose pero cuando somos indiferentes en buscarle, servirle y recibirle, El se levanta.
Para tener un encuentro con el El debemos de manifestar hambre, el hambre es don de Dios y es un signo de salud. En el ámbito espiritual tenemos como mujeres un gran reto: tener la mesa llena y permanecer hambrientas, vivimos en una casa donde la bendición fluye de continuo y aun así debemos vivir hambrientas.
Hambre trae humildad y podemos decirle: Señor comimos ayer, comimos hoy pero yo quiero más!
Cuando tienes hambre te vuelves una mujer insaciable que no te conformas porque sabes que tienes un Dios grande e ilimitado que tiene muchos tesoros para tu vida y que tienen que serte revelados.
En lo natural el hambre viene cuando paras de comer, en lo espiritual es lo opuesto, te vuelves mas hambriento cuando comes.
Hoy les invito mujeres de Reino a volvernos a su presencia y estar de continuo hambrientas porque hay más para ser saciadas de continuo